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El tecnoexistencialismo y la cosmovision transhumanista (página 2)




Enviado por Claudio Salomon



Partes: 1, 2

Lo ideal no se encuentra ni en las
terminales nerviosas, ni en los nervios, ni en las axonas, ni en
las neuronas. Lo ideal no existe en ninguna parte, lo ideal
podemos solamente recrearlo cuando lo expresamos activa y
realmente, hablando, escribiendo, dibujando, creando, innovando,
construyendo y todas las formas de expresión de lo ideal.
En el alma racional de Galeno (el cerebro), nadie pudo
desde entonces llegar a ver lo que se idealiza en
forma de letras, conceptos, bloques de memoria
enciclopédicos, imágenes, pensamientos de cualquier
nivel y orientación. La gran diferencia reside en que de
las fibras ópticas pueden ser copiadas y traducidas
señales en tránsito y de los estímulos
transmitidos por los nervios humanos sólo es posible
captar alguna frecuencia descifrable por las computadoras. Las
frecuencias electromagnéticas neuronales no pueden llegar
a ser indicadores del pensamiento humano y mucho
menos de las significaciones y valoraciones vitales y
existencialistas de los individuos. La autoconciencia de los
individuos y la filosofía de las escuelas existencialistas
no pueden ni por aproximación ser parangonadas con los
estímulos neurofisiológicos.

El astrofísico ruso A. Kozeriev en
el siglo XX dedujo de que el Tiempo posee una estructura propia y
el autor demostró su hipótesis al descubrir
actividad volcánica en la Luna, conociendo que en la Luna
no existe oxigeno y la gravedad es mínima, comparada con
la de la Tierra. La existencia de volcanes lunares Kozeriev la
explicó como una forma de resonancia temporal de la Tierra
hacia la Luna y no simplemente como un fenómeno
gravitacional. La estructura propia del tiempo
cronológico, paralela y filogenéticamente se graba
en el cerebro de cada raza humana y es a su
véz registrada y grabada en forma de información
orgánica en los genomas de cada raza humana en particular.
El filósofo Mario Bunge caracterizó como la
"identidad psiconeural" a la raza humana, evolutivamente
formada millones de años, a la cual podemos
catalogarla como patrones psicoculturales evolutivos del cerebro
humano. Decenas de hipótesis no pueden develar el
principio del principio de la vida humana en nuestro planeta y el
sentido y el valor de nuestro intelecto o lo que los
filósofos conceptualizaron como el sentido existencial del
hombre. La identidad psiconeural develada por M. Bunge puede ya
ser paralelamente demostrada por la transmisión
bioquímica a través de la topografía
genómica humana. El nudo de los cuestionamientos
paradójicos y contradictorios se centran en que todos los
individuos con mayor coefieciente intelectual nacidos desde
principios del siglo veinte hasta principios del siglo veintiuno
en los Estados Unidos no crearon nada genial, novedoso y
práctico para las ciencias y las artes.

Las identidades bungenianas tambalean con
los resultados estadísticos de los nacidos por naturaleza
con los mayores coeficientes intelectuales. Los previlegiados
"psiconeurales" con máximos C.I. se dedicaron a frenar a
través de absurdos datos estadísticos registrados
la inválida metafísica de sus agudos
intelectos.

Si un niño queda totalmente aislado
de la civilización y después de haber convivido con
animales por años es encontrado y devuelto a un medio
cultural determinado, el mismo ya no puede adaptarse al
hábitat y las costumbres de nuestra civilización.
Existen cientos de casos conocidos de niños abandonados o
perdidos en las selvas, los que nunca pudieron
filogenéticamente readaptarse a las costumbres
socializadas. La paradoja es que filogenéticamente la raza
humana se adapta desde los primeros meses de vida a un
hábitat social y cultural y tales relaciones quedan
grabadas en el cerebro humano para el resto de la vida de cada
individuo. Existió un caso particular en los años
sesenta en la Patagonia argentina, una mujer adulta
indígena vivió aislada de la civilización
por decenas de años en las estepas precordilleranas.
Cuando se la vistió, alimentó como el resto de los
individuos socializados la mujer en un breve período de
tiempo murió por el propio brusco cambio de hábitat
natural. Los africanos del ex Congo belga no pueden
cerrar el ojo izquierdo para apuntar con un fusil. Como se
conoce, los lapones canadienses mudados hacia el
confort de la civilización tienen el más alto nivel
de suicidios de su país. La filogenética grabada en
la mente humana puede marcar el destino vital y existencial de
los individuos. La psicología y la autoestima existencial
van de la mano con las coordenadas y las abscisas sociales
grabadas desde los primeros meses de vida de cada
individuo.

El Tiempo es probable que posea una
estructura propia, pero sin dudas el genoma y el cerebro humano
desarrollan una particular estructura evolutiva dimensionada en
el intelecto de cada individuo. Tal estructura evolutiva se
desarrolla sin un principio del principio del origen de la vida
en nuestro planeta y el total desconocimiento de las
regularidades originales de la formación de la materia.
Los especialistas en física cuántica afirman que
cada pensamiento en el intelecto de cada individuo se refleja en
el Universo sin diferencias espacio temporales. Tal
simultaneidad de las emisiones de nuestro cerebro son
prácticamente imposibles de demostrar y tal enigma es
indescifrable ya que hasta el momento solamente conocemos la
velocidad de la luz. Este estudio no se propone analizar los
enigmas de la genética, ni de la física
cuántica. Aquellos enigmas son indemostrables. Esta
introducción nos sirve para ubicarnos en los
orígenes del intelecto humano y los posicionamientos
vitales de la raza humana, en función de las
intervalaciones entre nuestros desconocidos orígenes,
nuestro diseño filogenético y las versiones de las
ciencias aplicadas más precisas.

El cerebro humano evidencia una estructura
temporal filogenética. Casualmente pude observar dos
esquemas filogenéticos con evidentes coincidencias en dos
puntos geográficos polares. Dos razas sin conexiones
científicas demostrables, los mongoles asiáticos y
la raza indígena mapuche patagónica en
sudamérica. En Ulan Bator los mongoles consideran que la
naturaleza debe ser inviolable y no plantan árboles. La
religión budista les enseña que la naturaleza debe
permanecer como espontaneamente aparece y tal como existe debe
ser inviolable. La raza mapuche en sudamérica, sin tener
escritura alfabética propia, fonéticamente su
idioma es parecido al idioma mongolo. Los indígenas
sudamericanos no plantan árboles para no violar la
naturaleza y cuando retiran los frutos de un arbol denominado
araucaria, previamente le piden permiso al árbol para
retirarlo.Los mapuches patagónicos dialogan con los
árboles de los bosques. La raza mongola y la raza mapuche
son fenotípicamente muy parecidas y entre las dos razas no
existe ninguna unión directa que las asocie
antropológica y culturalmente. Lo absurdo de la ciencia
Génetica son las confirmaciones de que la raza humana
porta un gen que predispone a la religiosidad de cada individuo y
otro gen que predispone al instinto incestual de algunos
individuos que lo portan. Exelente confirmación para los
racistas y neonazis. Si existe un gen proreligioso en el genoma
de cada individuo podemos reductivamente anular a la fe de los
judíos. Tales afirmaciones son crontadictorias en el
estricto sentido psicológico, gnoseológico y
sociocultural. I. Stalin antes de transformarse en líder
ateo-materialista comunista y el más cruel dictador del S.
XX, estudió en un seminario de la Iglesia ortodoxa
georgiana.

Los estudiosos del genoma humano ya
extralimitan el concepto filosófico de lo que se considera
como a lo ideal. Los neurólogos con tomógrafos
computarizados ya suponen ver en el cerebro humano lo invisible,
o sea, esquemas, dibujos, letras, textos, e indiferentemente
ovillan en un mismo carretel a las específicas inducciones
del intelecto racional, analítico y emocional de cada
individuo. Como señalamos, si un niño
es perdido accidentalmente en una selva y no regresa a la
sociedad por varios años, ya será imposible que
pueda volver a socializarse culturalmente hacia las costumbres
civilizadas. El entorno social y cultural de cada niño y
adolescente es el que forma y limita sus creencias religiosas e
instintos sexuales. Los disparadores genéticos sin unas
particulares circunstancias socioculturales y familiares nunca
llegan a funcionar. Millones de individuos después de toda
una vida atea y sin causalidades místicas, por diferentes
circunstancias se transforman en verdaderos creyentes de alguna
religión. El sentido existencial de los
individuos no puede ser marcado por los códigos
genéticos. Si así fuera, ya de partida
seríamos personajes con una consciencia robótica o
zombis encandelados y entubados de por vida a nuestras
combinaciones hereditarias. Las reacciones bioquímicas del
cerebro de un individuo normal, no pueden ser igualmente
identificadas con algunas patologías del sistema nervioso
como lo son la esquizofrenia o la bipolaridad. Los programas
socioculturales, religiosos y de hábitos sexuales, fueron
y continúan siendo formados y modelados en todos los
niveles del intelecto colectivo de las masas sociales.

La conciencia y autoconciencia de cada
individuo en particular llega a formarse por su propio entorno y
circunstancias familiares y sociales. Es evidente, que la
posibilidad de acceder al hormiguero videoinformativo
internético por primera vez en la historia de todas las
civilizaciones, puede ya inducir y marcar una infinidad de
anomalías derivadas del inconsciente humano hacia
comportamientos sexuales patológicos de algunos
individuos. El gobierno de Suiza ya en el año 2013
programaba legalizar el incesto. Será una total
estupidéz y atrofia mental en el futuro mediato indicar el
gen humano de la fe, inclusive a todos los candidatos de algunos
puestos laborales. Es evidente que hacia eso nos encaminamos. Las
creencias religiosas por milenios fueron uno de los soportes del
sentido y el valor de la existencia humana, freno y límite
de los salvajes instintos grupales y sociales coexistentes por
milenios. Resta que los genéticos descubran el gen de la
necrofilia o del canivalismo. Entonces podré creer en los
resortes de las hélices del genoma humano con
relación a la existencia y la esencia del hombre. Las
intimidades psicológicas de Sigmund Freud y el genoma
humano, recientemente descubiertos en el S. XX, son
dos espacios de conocimientos sin puntos y trazos
limítrofes geométricos y causales que puedan llegar
a ser correlacionados de alguna forma comprendida intelectual y
lógicamente por la Humanidad a principios del S.
XXI.

La Física y la Genética nos
permiten llegar a la conclusión de que no puede ser
explicado el origen y el principio del principio de todo lo que
nos circunda y no podemos deducir la génesis de la vida en
nuestro planeta y por lo que resta explicarnos el verdadero
sentido y el valor existencial del Hombre. La materia y el Tiempo
tienen relaciones estables ya descubiertas por el intelecto
humano. Si nos limitáramos a todo lo que el Hombre
descubrió y creó, ello no se corresponderá
por completo con la certeza de la correcta formación y
evolución de los auténticos y verdaderos objetivos
del intelecto y los conocimientos del Hombre. Las disciplinas de
las matemáticas y la Lógica pueden corresponderse
con todas las regularidades intelectualmente demostrables. Las
ciencias investigan y aplican las intimidades y regularidades de
todo lo que nos circunda y todas las regularidades de la especie
humana. El principio del principio de la Materia supuestamente
originada de protones, el origen de la vida como formación
del genoma humano, fuentes primarias del desarrollo
cerebral e intelectual del Hombre, continúan siendo
enigmas sin descubrir ni por aproximación.

Las ciencias pueden marcar los fundamentos
teóricos de todas las regularidades y esquemas
empíricos aplicados por las masas sociales pero
automáticamente se excluyen de responder sobre el
verdadero y auténtico crucial sentido y valor existencial
del Hombre. Todo lo que el intelecto humano analiza y opera son
esquemas teóricos y empíricos diseñados por
todas las generaciones pretéritas y contemporáneas
y cada individuo en particular y las masas sociales en general no
pueden modificarlas o radicalmente renovarlas y perfeccionarlas.
A principios del siglo XXI, las masas sociales informativamente
interconectadas operan con pancartas, clises, imágenes y
objetos premodelados. Tales objetos y relaciones visuales, al
mismo tiempo pueden ser tanto útiles como inútiles,
ocultan aún más las posibilidades de
que las masas sociales se pregunten y cuestionen sobre los
verdaderos objetivos de nuestra vida, intelecto y sentido
existencial. Si las ciencias no pueden darnos precisas respuestas
los entendidos al final de sus vidas recurren a las
religiones.

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